Sunday, July 10, 2005

From The Critics.

Janet Maslin New York Times
En esta novela de suspense maliciosamente erudita, el Sr. Brown adopta el formato que lleva desarrollando en sus tres anteriores novelas y lo ajusta hasta la perfección de un bestseller. Desde la publicación de Harry Potter ningún autor ha deleitado de forma tan absoluta a los lectores más exigentes con una búsqueda tan incesante plagada de trampas. Tengamos en cuenta el prologo, ambientado en la Galería Principal del Louvre... En él se ven involucrados en una lucha hasta la muerte un Caravaggio, un monje albino, y un conservador del museo. Es una escena que deja pocas dudas sobre la maestría del autor para captar el interés, ya que el conservador del museo, Jacques Saunière, lucha por su vida. Cogiendo desesperadamente el cuadro para activar el sistema de alarma del museo, Saunière logra ganar algo de tiempo. Y utiliza estos momentos robados, que son sus últimos momentos, para quitarse la ropa, dibujar un círculo y colocarse como la figura que se encuentra en el dibujo más famoso de Leonardo, El hombre de Vitrubio. Y para dejar tras de sí un anagrama y la famosa serie numérica de Fibonacci como pistas. Con Leonardo compartiendo el papel de conspirador, puesto que su vida y obra estaban tan repletas de símbolos y secretos, el Sr. Brown se lanza a la carrera... Se invoca al Priorato de Sión, a los Caballeros Templarios y a la polémica prelatura del Vaticano llamada Opus Dei, así como al pentáculo, a la Divina Proporción, a los extraños ritos sexuales que se vislumbran en la película Eyes Wide Shut y al Santo Grial. El libro se mueve a un ritmo vertiginoso, y aparentemente el autor disfruta enormemente con sus estratagemas. Prácticamente todos los capítulos acaban con un suspense: no es fácil, teniendo en cuenta las muchas evidencias que se han dicho... De algún modo, el libro logra reconciliar las muchas hazañas de la pareja de investigadores con comentarios como: "¿Y sabías que, si divides el número de abejas hembra por el número de abejas macho de cualquier colmena del mundo, el resultado es siempre el mismo número?" El código Da Vinci es lo suficientemente alegre como para divertirse con la propia inteligencia de sus personajes.

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